Una caja como la de Pandora

Ya me habréis oído despotricar en algún post sobre la dificultad de la nanotecnología, o mejor dicho lo grandes que tenemos las manos los humanos cuando alcanzamos la edad adulta.

Y se me escapa el porqué la psicomotricidad fina está más desarrollada en unos que en otros. En mi casa es leyenda el llamar " el ingeniero" al patoso al que las cosas se le caen de las manos, pero para soldar circuitos enanos no le tiembla el pulso. Yo creo que es la voluntad lo que nos hace hábiles para según que cosas.

Esta es una de ellas, hacer cajas es una de mis pasiones ahora, pero hacerlas pequeñitas es otro cantar...hasta que cantar es un placer.

Seis cajas he hecho que no me han costado trabajo, más bien lo que me ha costado trabajo es deshacerme de ellas. Porque por gracia o por desdicha, me ha buscado un trabajo en el que que me tengo que desprender irremediablemente de la pieza conseguida. Aprendía de la mano de Javier Abellán a confeccionarlas y me enganché. Que poco cuesta lo que se hace a gusto. Y cuando lo que la caja contiene no se puede pagar con dinero...entonces lo de menos es la caja, el tamaño de las manos y el plazo de entrega.

Ale, otra cosa de la que me desprendo y una satisfacción enorme que me queda.

Y ya que rozamos el fin de año y que somos tan dados a pedir, le pido al 2009 que me dé todos los trabajos como este o por lo menos tan cargaditos de alma.